"Black holes and revelations", Muse, 2006, Warner Bros.


Incluso aceptando el hecho misterioso de que no todo el mundo ha de encontrar fascinante el mix de ciencia ficción y teorías conspirativas que atraviesa sus letras, el cuarto álbum de estudio de Muse difícilmente pueda pasar por un disco poco interesante. Colocado en su lugar en el proceso de la banda señala un refinamiento del neo-prog particular al que la banda venía moviéndose desde sus orígenes en el rock alternativo de marcada impronta radioheadiana -tan notorio en "Showbiz" (1999)- y en la cristalización de una actitud notoriamente más progresiva (y a la vez más rica) en "Absolution" (2003). Esta tendencia tendría su apogeo en "The resistance" (2009), acaso el mejor disco de Muse hasta el momento, pero en "Black holes and revelations" encuentra un lugar de interés en tanto cierto elemento pop y cierta preponderancia del formato canción convierte al álbum en un conjunto fluido y dinámico de composiciones, casi todas resueltas con brillantez.
Así, "Knights of Cydonia", el cierre del álbum, logra llevar al paroxismo la influencia de Rush en una suerte de western sci-fi (en las arenas de Marte, digamos) que, además de señalar la filiación prog de la banda y ofrecer una paleta riquísima de sonidos -trompeta incluida- propia del post-metal, funciona como un hard rock irresistible (o digámoslo rápido: pogo) que además remite a hitos de la historia de la música del siglo XX como "Telstar", de The Tornados.
En cierto sentido lo más brillante de Muse es que no tienen vergüenza ni escrúpulos: no tienen miedo a la terrajada ni a lo obvio ni a apilar influencias evidentes, ni a las letras cursis ni a la parafernalia humanista liberal de "sé tú mismo", arrojada a la licuadora postciberpunk y posthumanista. En ese sentido estrictamente conceptual son, sin duda, la banda más genial de lo que va del siglo XXI, pese a un par de discos algo decepcionantes ("The 2nd Law", de 2012, y "Drones", de 2015) o deslucidos.
La potencia de "Knights of Cydonia" complementa perfectamente la delicia pop de "Starlight", con su arreglo mínimo de teclado en la introducción y en la transición de las estrofas al estribillo; de hecho, en esta canción se ponen en contacto una estructura relativamente compleja (en cuanto a número de partes y variaciones) con una melodía simple y pegadiza (para una canción que no abandona la tonalidad de si mayor ni experimenta con compases distintos al consabido 4/4), en una combinación que recuerda los mejores momentos del glam rock de David Bowie, con sus letras y texturas complejas colocadas a la par de canciones acaso simples en lo estrictamente musical.
La paleta de influencias o referencias incluye glam rock y dance/funk en "Supermassive black hole" (notable además por las texturas de las guitarras y el bajo), un sonido más synthpop oscuro (a la Depeche Mode, digamos) en "Map of the problematique", por cierto uno de los mejores momentos del álbum, más el impulso épico o de "himno" en "Invincible" y el metal intensísimo de "Assassin".
Hay que destacar también "City of delusion", con su comienzo acústico (único en el disco) al que (y cabría pensar en la influencia de Queen) van sumándose más capas de guitarra y cuerdas, en torno a una interpretación vocal especialmente dramática; el solo de trompeta al final anuncia "Knights of Cydonia" y amplía aun más el espectro de sonoridades de otra de las mejores composiciones del álbum.
Quizá "Soldier's poem", otro momento notoriamente Queen y de paso el más apacible o dulce del álbum, termine por resultar de lo menos interesante entre lo ofrecido, al menos en un sentido relativo a otros momentos indudablemente más brillantes. Algo similar podría pensarse de "Hoodoo", de no ser porque la sonoridad del comienzo también parece anticipar "Knights of Cydonia" y, por tanto, inaugurar una suerte de espacio o "mundo" en el que se desenvuelve el tramo final del álbum. Del mismo modo, "Take a bow" funciona especialmente bien a modo de introducción al disco, aunque palidezca un poco junto a canciones como "Assassin" o "Supermassive black hole", sobre todo porque en su panorama de sonidos hay algo así como un modelo a escala del álbum completo (y sin duda hay que destacar su interludio más "electrónico").
"Black holes and revelations" es un disco increíblemente fresco y ágil, sobre todo si se tiene en cuenta el peso de las capas y capas de referencias y homenajes; del mismo modo, sus estructuras más complejas suenan siempre vibrantes y brillantes, en oposición a eso más rígido o esquemático que cabría encontrar en "The 2nd Law" (o a la "vuelta a lo básico" del rock riffero de "Drones").
En síntesis, quizá Muse jamás volvió a sonar con tanta vida como en este disco.

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