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Mostrando entradas de marzo, 2017

"Deluxe", Harmonia, 1975, Brain

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El segundo álbum de Harmonia es una delicia. En lo que cabría pensar como el "lado apolíneo" (hablando en términos generales, para nada rigurosos o detallistas) del Krautrock (y es inevitable pensar en Amon Düül II como la contraparte dionisíaca) aparece también como una de las obras más amables con el usuario, más "fáciles" de escuchar, digamos, tanto de esa zona vastísima e inagotable de la Kosmische Musik alemana de los setentas como de la discografía de sus creadores. Por supuesto que no hay ni por asomo una pérdida de calidad o interés en relación a ese juicio, y basta con escuchar la segunda mitad del lado A, "Walky Talky", para encontrar un territorio en apariencia inagotable, cuya pauta de cambio y repetición no sólo logra capturar de inmediato la atención del oyente sino que, a través de pequeñas sorpresas (la modulación a tonos menores pasada la mitad, por ejemplo, y su regreso a la tonalidad del comienzo hacia 7:33), crea un estado específico

"Houses of the holy", Led Zeppelin, 1973, Atlantic

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 Ningún álbum en la discografía de Led Zeppelin puede ser forzado cómodamente a un único género, pero no parece tan desatinado decir que es el quinto (de paso, el primero con un título de verdad) el más parecido a un sonido "progresivo". Y una buena razón para pensarlo pasa por el uso más que notorio de técnicas de producción no tan presentes en trabajos anteriores: así, la composición que abre el disco (una prevista originalmente, además, a modo de obertura instrumental, gesto inexplorado por la banda hasta ese momento -y seguirían sin hacerlo, salvo que se piense en los segmentos ambient al comienzo de "In the light" e "In the evening") incorpora más overdubs evidentes de guitarra que cualquiera otra grabada anteriormente, cuando las superposiciones pasaban más bien por diferencias marcadas de timbre (eléctrica sobre acústica, por ejemplo) antes que matices de textura. En cualquier caso, el lado A del álbum incorpora tres piezas que escapan al formato

"Starless and bible black sabbath", Acid Mothers Temple & The Cosmic Inferno, 2005, Alien8

¿Ingenieria genética en reversa y musical? Algo así parecería operar en el quinto álbum de estudio de Acid Mothers Temple & The Cosmic Inferno (versión alternativa, por llamarla de alguna manera, de la banda Acid Mothers Temple & The Melting Paraiso UFC), o, al menos, puede pensarse como una manera de leer el gesto conceptual de titular un álbum "Starless and Bible Black Sabbath", en el que notoriamente se funden el título del sexto álbum de King Crimson con el del primero de Black Sabbath. Es decir: cada uno de esos discos, qué duda cabe, inaugura o pavimenta caminos que florecen en espectros vastísimos de estilos y subgéneros, de modo que se opta por caminar hacia atrás hacia un posible ancestro común, a la manera de una indagación filogenética, y luego cultivarlo para que se desarrolle y ocupe el tiempo estándar para un álbum. Es cierto que la operación sugiere una historia alternativa de la música -es decir, en un proceso "real" del rock no existe un anc

"The Doors", The Doors, 1967, Elektra.

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El cliché señala que se trata de uno de los debuts más impactantes de la historia del rock (junto al primer álbum de Led Zeppelin, por ejemplo) y que la banda jamás igualó su esplendor sonoro, pero incluso tomando esa última afirmación como problemática (están "L.A.Woman", de 1971, y "Strange Days", de 1968, para discutirla) se vuelve dificil no tomar como partida el lugar común mencionado, en tanto "The Doors" ofrece en las dos caras del vinilo tantas ideas musicales como para poner en ignición la historia de quién sabe cuántas bandas diferentes. Y, por supuesto, está "The End", uno de los pocos verdaderos grandes monstruos pop de la década de 1960 (y si digo "pop" es porque esa misma banda había grabado para ese mismo disco "Light my fire" y "I looked at you", ejemplos luminosos de pop/rock). "The Doors", de hecho, comienza con un ritmo relativamente ajeno al rock'n'roll o al rock: la batería es

"Machina/The machines of God", The Smashing Pumpkins, 2000, Virgin

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Quizá se esperaba que después de "Adore" (1998) The Smashing Pumpkins volvieran a reconectarse con aquella audiencia de adolescentes noventeros ya en camino a la madurez, pero, atendiendo como siempre al ímpetu constructor de catedrales, Billy Corgan (ya que para este punto no había sino una banda de apoyo a un músico solista) prefirió ofrecer el álbum más hermético (en al menos dos sentidos del término) de su carrera. Y el resultado fue partir en dos la vida de esa música que hacía bajo el nombre de The Smashing Pumpkins: nunca más, a partir de "Machina/The machines of God" pareció la música de Corgan alcanzar así fuese la décima parte de la relevancia que había alcanzado en las épocas de "Siamese dream" (1993) o "Mellon Collie and the infinite sadness" (1995). Prolijamente, el quiebre se dio en el último año de la década milagrosa de la banda: lo que vendría después ya no sería culpa de Corgan y compañía. Serían, más bien, tiempos oscuros par

"Beatles for sale", The Beatles, 1964, Parlophone

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En plena beatlemania y con el apuro de la temporada de Navidad no había muchas canciones de Lennon & McCartney disponibles para el cuarto álbum de The Beatles. La decisión, entonces, fue simple: volver al formato mixto de covers y composiciones originales de "Please please me" (1963) y "With The Beatles" (1963), con 8 originales y 7 covers. Acaso por esta razón el álbum permanece en cierto sentido subvalorado; mirado más de cerca, sin embargo (o no tan de cerca: es todo bastante evidente), se convierte en un disco mucho más interesante y aventurado. Es cierto que no tiene el esplendor pop indudable de "A hard day's night" (1964), el primero de los álbumes de la banda armado únicamente con composiciones propias, pero -además de que en cierto modo eso es precisamente lo que lo hace interesante- "Beatles for sale" sin duda ofrece momentos no sólo de genio geniuno sino también destellos experimentales que anticipan lo que vendrá a partir de

"Low, symphony by Philip Glass from the music of David Bowie & Brian Eno", Philip Glass, 1992, The Brooklyn Philarmonic Orchestra, Dennis Russell Davies (cond), Point Music.

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Es sin duda en el segundo movimiento, "Some are" donde más se separa Philip Glass de lo ofrecido en el álbum de 1977, del que la sinfonía número uno es algo así como  una traducción-al/reelaboración-en el lenguaje sinfónico. Para empezar porque la pieza sólo existe como un bonus track en la reedición en CD de 1991 de "Low", ya que se trata de un outtake de las sesiones de 1976 que desembocaron en el disco. En cierto sentido el original de Bowie es un work in progress: pese a su atmósfera hipnótica y sutil la calidad de las texturas incorporadas no es rival para la perfección de lo incluido finalmente en el álbum; sin embargo, está claro que se trataba de una pieza con gran potencial, y eso habrá sido lo percibido por Glass a la hora de elegirla para el movimiento central de su primera sinfonía. En ese sentido, lo aportado por Glass parece una suerte de infusión de musicalidad a la melodía tentativa (y cantada casi de manera susurrada) de la pieza de Bowie; de hech

"Panopticon", Isis, 2004, Ipecac/Trust no one/Robotic Empire/Daymare Recordings

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Posiblemente sea "In fiction", tercera de las composiciones reunidas en el tercer álbum de estudio de Isis, la que ofrece la muestra más clara y definida de lo que se propone la banda en la escala de sus riffs y su cruce de estéticas. La pieza, más que una estructura consabida de secciones que se reiteran en un patrón reconocible, progresa por acumulación desde un segmento mínimo (una guitarra que establece un ritmo con un acorde único, en el fondo y con cierta distorsión, mientras, más cerca de la superficie, reiteran una figura un poco más compleja dos guitarras eléctricas relativamente limpias y lleva el tiempo una batería suave, sutil) al que van sumándose arreglos más intrincados y melódicos (las líneas de bajo que arrancan en 1:44, por ejemplo), aportando espesor de sonido y una mayor gama de frecuencias, en particular hacia 2:10, con la suerte de liberación de la batería hacia una emotividad más expansiva y la evolución de las líneas melódicas del bajo. A medida que

"Phallus Dei", Amon Düül II, 1969, Liberty/Repertoire/Revisited

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En 1967 probablemente cualquiera que supiera sostener una pandereta podía integrarse a los grupos que hacían música en la comuna alemana Amon Düül (de la que luego emergería el Baader-Meinhof Gruppe y la Rote Armee Fraktion o RAF, entre otras cosas); algo así como dos años más tarde, sin embargo, aquellos que tenían un conocimiento musical más importante o incluso virtuosístico formaron Amon Düül II, la banda que grabaría el álbum fundacional del krautrock o kosmische musik, el legendario "Phallus Dei". En cierto sentido, Amon Düül II operó como si no existiera el pasado (el pasado de este mundo y el de todos los demás) o como si todas las tradiciones musicales a su alcance hubiesen caído en una picadora/licuadora; tomaron del rock, tomaron de la música de vanguardia, de la psicodelia y tomaron de música que, por decirlo simplemente, no había existido jamás en nuestro universo. Y el resultado ya aparece, con increíble claridad, en el primero de sus álbumes. De hecho, basta

"Earthling", David Bowie, 1997, Virgin/BMG/RCA

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Los tres primeros álbumes que Bowie grabó en la década de 1990 ("Black tie white noise", de 1993, "1.Outside", de 1995, y "Earthling", de 1997) parecen ofrecer diferentes relaciones posibles con la música electrónica y con una escena estrictamente contemporánea; en el primero de los mencionados -un disco injustamente olvidado, por cierto- hay momentos en que se nota el intento de construcción de un sonido dance elegante, sutil y detallado, mientras que en el segundo -y el mejor- adquiere más importancia una estética industrial post-grunge, notoriamente más oscura; al tercero le corresponde el uso del drum and bass y el jungle o, mejor dicho, la incorporación de esos subgéneros a lo que cabría llamar el "típico sonido Bowie", y en algunos casos hay que admitir que el resultado suena como canciones más tradicionales a las que se les ha impuesto una percusión electrónica de 160 bpm. No es que esa imposición desentone o arruine el efecto del álbum:

"Starless and bible black", King Crimson, 1974, Island/Atlantic

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Hay siempre un asombro básico ante la cantidad de ideas musicales contenidas en el sexto álbum de estudio de King Crimson. Si bien el esquema estético es más o menos el mismo que el de su predecesor, "Lark's tongues in aspic" (1973), para "Starless and bible black" la banda había perdido a Jaimie Muir, cuya percusión se había vuelto un elemento completamente distintivo del sonido que buscaban Fripp y compañía en ese momento. La solución fue que Bruford se encargara de remedar esa ausencia, pero esto -sumado a los compromisos con respecto a actuaciones en vivo- impuso cierta presión a la banda y el resultado fue que a la hora de armar un álbum nuevo había poco material disponible. Es decir: hablando de propiedades emergentes una vez más, dadas las limitaciones -un baterista que debe hacer el trabajo de dos, y además aportar ese sistema de sonidos impredecibles y riquísimos que creaba Muir todo el tiempo; la necesidad de grabar un disco con menos canciones ter

"The Köln Concert", Keith Jarret, 1975, ECM

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Hablando de propiedades emergentes, es interesante como buena parte de lo que suena en el álbum que registra las improvisaciones de Keith Jarret en Köln ("Colonia", si prefieren)el 24 de enero de 1975 está de alguna manera condicionado por las características del piano elegido. Es decir: Jarret y la promotora del concierto habían convenido en el uso de un Bösendorfer 290 ("Imperial"), piano famoso por sus 97 teclas y su rango de 8 octavas completas, pero llegado el momento se produjo un error y el instrumento colocado sobre el escenario no sólo era más pequeño sino que además tenia problemas de afinación, no sonaba del todo bien ni en los registros más altos ni en el bajo y, para colmo de males, fallaba en los pedales. Pero era lo que había, digamos, y Jarret, después de ser convencido por la organización del evento, terminó por adaptarse. Para superar el problema del mal funcionamiento de los pedales abundó en ostinatos y como compensación del so

"IBM 1401, a user's manual", Jóhann Jóhannsson, 2006, 4AD

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En relación al cuarto álbum de estudio de Jóhann Jóhannsson es dificil escapar de los datos biográficos: el padre del compositor trabajaba como ingeniero de mantenimiento de las computadoras IBM 1401 que habían llegado a Islandia; la tarea estaba en las antípodas de lo que se espera de un encargado de sistemas de hoy en día, con sus rutinas para limpiar virus, su supervisación del funcionamiento de las redes y poco más: entonces, es decir, había que cambiar aceite y esforzarse por entender la maquinaria en un sentido literalmente mecánico, pero el señor Jóhannsson se las arregló para componer música con aquellos armatostes, y llegó a grabar algunas de las melodías logradas. Décadas más tarde (las IBM 1401 dejaron de usarse, en ISlandia, hacia 1971), el hijo del ingeniero -imaginémoslo, como en tantas ficciones de conexión paternofilial, encontrando las cintas en un viejo baúl) compuso un álbum en homenaje a aquella máquina y a su padre, tomando como punto de partida algunas de aquel

"Here come the warm jets", Brian Eno, 1974, Island

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El referente inmediato podrá ser el glam rock (o el glam art-rock, si uno sigue los puntos desde Roxy Music), pero el primer álbum solista de Eno ("Brian Eno" aparecería como autor un poco más adelante) parece una pequeña enciclopedia del rock (pasado y, por qué no, futuro) vista desde el punto de vista de un extraterrestre que ha estudiado a la humanidad a través de sus libros de historia del arte. Hay rock de manual, es dec ir, pero todo parece tan tergiversado -o más- que el infame y genial cover de "Let's spend the night together" que incluyera Bowie el año anterior en "Aladdin Sane". Por ejemplo, "Blank Frank" -uno de los momentos OK del álbum, no de sus puntos más altos- es la marca estilística de Bo Diddley puesta entre comillas y paréntesis y, a su vez, pasada por todo tipo de filtros sonoros: ruido, interferencia, niebla electrónica que deje ver apenas los contornos más básicos (¿y qué más básico para el rock'n&

"Violator", Depeche Mode, 1990, Mute

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Cierta oscuridad especialmente apreciable en el séptimo álbum de la banda, y acaso su obra maestra, ya era notoria en "Black celebration" (1986) y "Music for the masses" (1987), pero es sin duda en este "Violator" que esa cualidad alcanza su mejor expresión. Hay, para empezar, una suerte de simpleza, de cosa básica: riffs angulares que en otro momento habrían sonado desde guitarras eléctricas y presentado a la música en cuestión como hard rock, son propuestos desde sintetizadores y programación, como en una versión despojada y agresiva de las secuencias de Tangerine Dream. En ese sentido, "Personal jesus" suena al esqueleto de un blues o, mejor, a un esqueleto bailando frenéticamente en un pantano de Luisiana mientras el diablo le cobra la deuda a Robert Johnson. Y por supuesto que hay mucho más que el riff de octava y tercera menor, que aparece envuelto en un rico panorama de imaginería sónica electrónica, con bips y chasquidos burbujeando por

"La mosca y la sopa", Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota, 1991, Del Cielito Records

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Uno de los lugares comunes sobre el quinto álbum de estudio de Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota es el que lo presenta como el acceso al mainstream o a la masividad de la banda. Dejando de lado estadísticas, ventas y seguidores, parece fácil constatar cierto esplendor pop en las diez canciones que propo ne, pero, en última instancia, ¿qué es el pop? Está, por ejemplo, la oposición elemental pop/rock, y en ese sentido -tengamos en mente que nadie diría que los Redondos no son una banda de "rock"- donde el primer elemento tiende a agradable, a lo placentero y a lo entretenido, el segundo acusaría más bien una tendencia a lo agresivo, lo inquietante, lo insidioso. Pero, por supuesto, esta dicotomía es completamente insuficiente; Brian Eno señaló -a propósito de Bowie y el concepto de "originalidad"- que el pop consistía en ofrecer con una nueva superficie (una más brillante, más atractiva) ideas originales de segunda mano; en ese sentido, el po

"Kveldssanger", Ulver, 1996, Head not found

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¿Se puede tocar metal sin batería, bajo y guitarras eléctricas cargadas de overdrive? La respuesta es un rotundo "sí" desde el segundo disco de Ulver, cuyo título traducido al castellano queda algo así como "Canciones del crepúsculo" y cuya música ofrece en líneas generales una única textura a lo largo de sus 35 minutos: aquella tramada por las guitarra s acústicas y clásicas (grabadas unas sobre otras para generar la polifonía, ya que el guitarrista, Håvard Jørgensen, entonces no poseía la técnica necesaria para tocarlo de la manera más digamos "natural" para un intérprete clásico del instrumento), cellos y flautas, además de -y de manera especialmente característica o distintiva- la voz de Kristoffer "Garm" Rygg grabada y regrabada una y otra vez, en capas y armonía, para armar lo que aquí y allá suena como un coro. Es decir: la tensión, la precisión, la oscuridad, el drama y la épica del black metal están allí, por más que la