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Mostrando entradas de junio, 2017

"Ambient 3: Day of radiance", Laraaji, 1980, EG

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Quizá, sólo quizá, la tercera entrada en la serie Ambient de Brian Eno se encuentra peligrosamente cerca de la llamada música new age. A la vez, sería ante todo injusto pretender señalar en los sonidos  contenidos en "Day of radience", de Edward Larry "Laraaji" Gordon y producido por Eno, aquello que cabe pensar como lo peor de esa new age: mínimo desafío al oyente, placidez edulcorada y pretensiones "espirituales"; y no porque no haya algo de eso en el álbum -lo hay, especialmente en las dos piezas que ocupan el lado B, del mismo modo que abundará en la discografía posterior de Laraaji, poblada por títulos como "En un jardín acuático celestial" o "Portales sónicos" (que admito no haber escuchado: quizá son excelentes, yo simplemente no lo sé)- sin porque, por decirlo de manera bien simple, hay muchas otras cosas. El lado A consiste en tres variaciones de una pieza titulada oportunamente "The dance"; ¿por qué oportunamente

"Peace sells... but who's buying?", Megadeth, 1986, Capitol

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1986 pasó a la historia del rock/pop como el año milagro del thrash metal (también marcó el nadir de The Rolling Stones con "Dirty work" y la consolidación del doom metal con "Epicus doomicus metallicus", de Candlemass, además de haber sido el de nacimiento de clásicos pop como "Papa don't preach" y "Take my breath away"). Dificilmente pueda argumentarse que los álbumes propuestos por Metallica, Megadeth y Slayer ese año no están entre las obras maestras de su género específico, del metal en un sentido más amplio e incluso del rock/pop en lo que cabría pensar como su variante más extrema. Y si fue "Master of puppets" el que aportó el lado más texturado e intrincado en sus arreglos, y "Reign in blood" (además del más breve: unos asombrosos 28:56) el que colocó una suerte de marca para las posibilidades del metal en cuanto a violencia sonora e intensidad, quizá le toca al segundo álbum de estudio de Megadeth no sólo el bro

"Master of puppets", Metallica, 1986, Elektra

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Supongo que es dificil discutirle al tercer álbum de Metallica un lugar central en el canon metalero; lo fácil es recurrir, en todo caso, a pensarlo el mejor álbum del género no grabado por Black Sabbath, y en la medida en que sin alejarse marcadamente de las raíces thrashmetaleras incorpora un buen panorama de las posibilidades -al menos en tanto eran visibles en 1986- del metal como género musical, textura y expresividad lírica y emotiva, su estatura de obra maestra parece ineludible. Si bien el lado A es inobjetable y no tiene lugar para una secuencia de sonidos que no se pueda sentir ahora como clásica, y teniendo en cuenta a la vez que en gran medida su estructura en tanto álbum sigue a la del disco anterior de la banda, acaso pueda pensarse que "Battery" es un comienzo comparativamente débil y que la cara B tiene un arranque más auspicioso: a la vez, el hecho de que la primera declaración de lo que quiere ofrecer el disco aparezca pasados 5:12 -es decir toda la longitu

"Everywhere at the end of time", The Caretaker, 2016, History always favours the winners

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Quisiera algún día escribir un libro sobre el espacio en la música: sobre la manera en que los sonidos construyen espacios, es decir. Hay un referente obvio que salta primero a escena, y es el de las grabaciones en vivo. Por ejemplo, de "Stage" (1978), segundo álbum en vivo de David Bowie, se dijo en su momento que era imposible sentirlo como un disco en vivo porque en la mezcla había sido eliminado el ruido ambiente del público (aparte de algunos aplausos aquí y allá); es decir, entonces, que el espacio creado por los sonidos en cuestión no era el que se asociaba a un disco en vivo, ya que uno cualquiera -"The song remains the same", pongamos- instala la música en la reverberación natural del espacio donde se desarrolló el concierto e incluye necesariamente la suma de sus ruidos, más presentes, menos presentes, pero allí, guardados en la suerte de memoria o clave del espacio (en ese sentido "Stage" gana en interés: es un concierto que suena para nadie)

"Desire", Bob Dylan, 1976, Columbia

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No son muchos (es decir, son poquísimos) los álbumes de Bob Dylan donde otro músico -o incluso otros músicos- alcanza un lugar tan protagónico que lo distintivo del sonido o incluso lo que hace especial al disco en cuestión lo incluya inextricablemente. Dejando de lado el lugar de algún productor (Daniel Lanois en "Oh mercy", de 1989, y "Time out of mind", de 1997), es quizá el decimoséptimo álbum de Dylan aquel que más se parece a la obra de una banda y menos de un solista. No porque no sea un disco típicamente "dylanesco" sino porque esta dylanidad está a la par de otros elementos idiosincráticos, el más importante de todos sin duda el violín de Scarlet Rivera, pero también los coros de Emmylou Harris y la co-composición (para siete de las nueve canciones) de Jacques Levy. Esto no es de extrañarse: Dylan concibió y grabó "Desire" en medio de su proyecto de gira Rolling Thunder Review, que servía de rejunte de músicos diversos inspirados por

"My life in the bush of ghosts", Brian Eno y David Byrne, 1982, Sire/Warner Bros

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Si hay un disco de David Bowie que demanda una revisión crítica ese disco es "Lodger" (1979); parte del interés que cabe atribuir al álbum, además, está en su influencia no necesariamente sobre "la música en general y el rock en particular" -incierta, además- sino, específicamente, en su lugar en las discografías de su autor principal, Bowie, y el músico invitado más prominento, Brian Eno, y una hipótesis de partida podría ser que "Lodger" resultó más importante en el contexto de la discografía de Eno que en la de Bowie, y  cabe armar una pequeña constelación de discos que involucraron a Eno comenzando por el de Bowie de 1979, siguiendo por "Fourth world, vol 1: possible musics", de Eno con John Hassell, e incluyendo también "My life in the bush of ghosts", de Eno con David Byrne. El elemento en común aparece de manera más tenue en el álbum de Bowie, pero también (fue grabado en 1978) se trata del primero de la serie y el que por ta

"Songs from the wood", Jethro Tull, 1977, Chrysalis

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Quizá no fue tan marcado el cambio entre "Too old to rock'n'roll too young to die" y el décimo álbum de Jethro Tull, no al menos en cuanto a una posible distancia entre lo ofrecido y el sonido consabido de la banda, pero si nos detenemos en las melodías, en cierta atención a las armonías, en ciertos arreglos en particular y, especialmente, en las letras, queda más claro como al hard rock virtuoso -pero siempre con una marcada apuesta por la musicalidad antes que por la exhibición gimnástica- y con elementos progresivos lo sucedió un sonido que construye una apropiación específica e idiosincrática del folk inglés. E "inglés" es el término clave quizá: el álbum poco tiene que ver con la escena folk estadounidense de la década anterior y con el rock-folk posterior, del mismo modo que nada de lo ofrecido era estrictamente "nuevo" para la banda (hay antecedentes en "Aqualung", por ejemplo) y, de paso, si destacamos en "Songs from the wo

"From sleep", Max Richter, 2015, Deutsche Grammophon

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La orquesta empezó a tocar a las 0:00 y seguirá hasta las 8, pero entre el público, para el que han sido previstas camillas con frazadas y almohadas, ya hay quien se ha puesto a dormir. No se trata de una reacción crítica: por el contrario, "Sleep" se instala en esa zona en la que el arte y el sueño se funden en la misma sustancia. Los precedentes no son escasos ni todos ellos musicales: está "Finnegans Wake", por ejemplo, cuya prosa fue descrita por su autor como pensada para "un lector ideal sufriendo de un insomnio ideal" a la vez que pretendía reproducir la consciencia durante una noche de sueño: hay zonas de oscuridad y sinsentido y hay ciclos de significado narrativo, y todo va y viene, se adensa y se disuelve. De manera similar, las llamadas "Variaciones Goldberg", de J.S.Bach, fueron compuestas -cuenta la historia- para entretener las horas de insomnio de un noble, y quizá también para hacerlo dormir. En tanto conjunto de Variaciones,

"Wish you were here", Pink Floyd, 1975, Harvest/Columbia

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In my younger and more vulnerable years la segunda pieza del noveno álbum de Pink Floyd equivalía a un asalto directo a mi mente y mi sensibilidad, el equivalente de un concentrado de todo el miedo que no sentía en tantas películas de terror (que me fascinaban pero no asustaban, con honrosas excepciones como "Alien" y "Hellraiser"), reunido allí y compactado en la frialdad afiladísima de los sonidos de aquella máquina en la que la banda jugó a sugerir los engranajes de la industria musical (si leemos la canción desde "Have a cigar" y si pensamos que, en última instancia, hay algo especialmente sórdido en la industria del arte -iba a decir "en el arte"- y que eso contribuyó a la decadencia del fundador aparecido gordo, calvo y sin cejas en aquella sesión de estudio) pero en la que yo presentía algo más siniestro. "¿Qué soñaste? Está todo bien, sabemos lo que soñaste". Ahora que aquellos boats against the current ya quedaron ceaseless

"The hunter", Mastodon, 2011, Reprise/Roadrunner

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Librarse de las necesidades programáticas y estructurales de un álbum conceptual acaso hizo más fácil para Mastodon dar rienda suelta a su vena más pop. El resultado, su quinto álbum de estudio, es un disco que sin llegar a apartarse de casi todo lo que esperan los fans de la banda (menos lo conceptual, es decir) ofrece un esquema más accesible y a su manera menos oscuro o retorcido. Por otro lado, ni siquiera los estribillos más pop ("it's just the curl of the burl / that's just the way of the world") prescinden de ese concentrado de épica que hacía a "Leviathan" (2004) una de las obras maestras del metal sludge en su época (o, mejor, desde su época). Que esto opere a la par de un sonido más brillante y de un trajado minucioso de producción de las voces -que en Mastodon por momentos, al pasar de una canción cantada por Troy Sanders a otra cantada por Brent Hinds a otra cantada por Brann Dailor, sugiere una cosa metalísticamente beatle- en última instanc

"Party", Aldous Harding, 2017, 4AD

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El video de "Horizon" ofrece un concentrado de todo lo que puede tener de fascinante -y más disperso- el disco del que procede la canción,  segundo álbum de estudio de Aldous Harding. Su manera delicada de construir un clima absolutamente inquietante es asombrosa: el arreglo mínimo se vuelve estremecedor y la voz de Harding evoca viento, frío y desolación y una crueldad que parece trascender lo consabido, casi escribo "lo humano". La textura de piano con ese largo decay en los acordes y la voz que se espesa en la garganta mientras dibuja una melodía no del todo convencional, no del todo pop, a la vez que se afina de manera casi infantil y se disuelve en la palabra "horizon", logran crear la sensación de que algo no está del todo bien, de que una máscara se ha deslizado lo suficiente como para permitir que descubramos una piel enferma, y poco a poco la canción va siendo dominada por algo que nos entristece tanto como nos inquieta. El efecto está present

"The power to believe", King Crimson, 2003, Sanctuary

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Es posible que aparezca pronto un álbum donde la última encarnación de King Crimson -que además de potenciar marcadamente la sección rítmica regresa a las texturas de bronces y vientos tan presentes en discos como "Islands" (1971)- dé el siguiente paso en su proceso, pero hasta ahora, en lo que a discos de estudio se refiere, la banda culminó su evolución a través de los ochentas y los noventas concentrando los rasgos fundamentales de los discos de esas épocas en su álbum número 13, que combina -de una manera acaso más perfecta que su predecesor, que todavía parecía centrar sus esfuerzos en explorar el sonido industrial/metalero inaugurado por "Thrakk" (1995)- los arpegios polimétricos de guitarra de "Discipline", "Beat" y "Three of a perfect pair" (1981, 1982 y 1984 respectivamente) con el ataque metálico y metalero del sonido  extremo e industrial de los ya aludidos "Thrak" y "The construKction of light" (2000)

"Antichrist superstar", Marilyn Manson, 1997, Nothing/Interscope

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Tenía un amigo, escritor de ciencia ficción y fanático de Pink Floyd, que hacía una lectura literal de "The wall" (1980). Su propuesta tenía su punto más fuerte en la idea de que las imágenes finales de la película, la del niño que encuentra un arma por ejemplo, tomaban lugar en un mundo devastado por la guerra que había iniciado Pink, el protagonista. Esta interpretación, harto discutible, podría ofrecer una clave para colocar al segundo álbum de estudio de Marilyn Manson en su lugar en la historia de los álbumes llamados conceptuales y las "óperas-rock", en tanto una lectura posible del argumento de este disco involucra a un lider fascista que inicia tras llegar al poder el exterminio total de la humanidad. La última canción del disco -leída especialmente desde su video- podría ofrecer la pista acerca del mundo sobreviviente -desierto, extraño, descolocado- del mismo modo que aquellas imágenes sugerían a mi amigo su lectura diagmos "literal". En cual

"Taking tiger mountain (by strategy)", 1974, Brian Eno, Island

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¿Podía un músico que no sabía gran cosa de música repetir el éxito creativo de su primer álbum, armado ansiosamente a partir de composiciones hechas en el estudio a partir de ideas de colaboradores cuidadosamente ensambladas y pasadas por la colección más grande vista hasta el momento de trucos de alteración, mutación y deformación del sonido? No era fácil ser Brian Eno a mediados de 1974, pero las presiones, por darle una vuelta más al cliché, terminan por crear diamantes si el pedazo de carbón no se rompe antes. Y Eno no se rompió, con la ayuda conceptual de Peter Schmidt y su colaboración en las "estrategias oblicuas" -ese set de instrucciones a tomar al azar para desbloquear el proceso creativo y llevarlo a zonas inusitadas de pensamiento lateral. "Taking tiger mountain" es un disco más denso, más homogéneo y más arduo -por tanto, en términos generales, más fascinante- que su predecesor; quizá no tenga los hits más obvios del anterior, que todavía se movía, d

"Play", Moby, 1999, V2/Mute/EMI

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Es tentador pensar en lo bien que se las arregló Moby para hacer de su quinto álbum uno tan disfrutable (y exitoso) pese a llevar a cabo una y otra vez el mismo truco. Pero, en realidad, quizá no se trate exactamente del mismo, y no estoy hablando de que algunas de las canciones fueron cantadas por el músico y otras sampleadas del interminable archivo del soul y el blues, rural o urbano: es, más bien, que hay matices y modulaciones, piezas más ambient, piezas donde el sampleo es central y piezas donde opera como un elemento más en la textura, piezas que apuntalan el cuerpo punk del álbum y piezas que aportan el costado extraño de lo que en rigor es un disco hecho al gusto de las masas, si es que tal cosa existe o al menos si es que tal cosa existía en 1999. Un buen ejemplo de tensión dentro de los parámetros que el propio álbum propone es "Machete": cantada por Moby y relativamente parecida a una canción pop, pone a una parafernalia de ruidos (secuencias con los bordes di

"Live Nassau Coliseum'76", David Bowie, 2010/2016/2017 (1976), Parlophone

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Durante mucho tiempo los tres álbumes en vivo setenteros de David Bowie fueron -en orden de publicación- "David live" (1975), "Stage" (1978) y "Ziggy Stardust: the motion picture", editado en 1983 pero tomado de un concierto de 1973 (el célebre último show de la gira de "Aladdin Sane" y último concierto de Bowie con The Spiders from Mars); recién en 1992 aparecería "Santa Monica '72", quizá el mejor documento disponible oficialmente de la época de Ziggy, y hubo que esperar hasta 2010 para que apareciera "Live Nassau Coliseum'76", en ese momento incorporado al box set de "Station to Station"; en 2016 el mismo concierto reapareció en el box set "Who can I be now" y a comienzos de 2017 fue editado por separado, lo cual lo añade legítimamente a la discografía oficial en vivo (en 2017, por cierto, también fue editado "Cracked actor", tomado de un concierto de la gira soul post "Diamond

"Love streams", Tim Hecker, 2016, 4AD/Paper Bag

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Lo primero que captura la atención desde el octavo álbum de Tim Hecker es su uso de la voz humana; no es algo que suene en todas las piezas incluidas en el disco, pero después de pasar por la segunda -"Music in the air"- la personalidad del álbum -insondable, extraña, remota, hipnótica, fascinante- queda establecida; de hecho, lo que sonará después desde otros instrumentos -en "Bijie Dream", por ejemplo, la base está en sintetizadores que evocan un paisaje sonoro setentero, como si la música de los primeros discos de Vangelis fuese un edificio en ruinas y esta pieza de Hecker tomase todos los escombros y con ellos erigiese una catedral- está prefigurado en los cortes, los desfasajes, los glitches y las transiciones abruptas de esas voces -cuyos arreglos corales fueron preparados por Jóhann Jóhannsson-, que se enredan en un panorama tan humano como digital, como la concebible kill screen al final de una cantata de Bach. No hay una sola textura en "Love stream

"In the wee small hours", Frank Sinatra, 1955, Capitol

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El noveno álbum de estudio de Frank Sinatra es ante todo una colección de estándares más o menos jazzeros, pero además de uno de los primeros LPs de 12 pulgadas en la historia de la música pop ha sido descrito como un precedente del llamado "álbum conceptual". Las canciones fueron elegidas por su melancolía (la portada con el paisaje azulado y la figura solitaria de Sinatra claramente jugaban con las connotaciones del término "blue") y por contener letras que abordaban temas como la soledad, las relaciones fallidas (el propio Sinatra llamaría al disco "el álbum de Ava", en referencia a su ruptura con la actriz Ava Gardner), el amor perdido y la vida nocturna, pero también es verdad que toda la movida tenía que ver con relanzar a Sinatra bajo una nueva persona, más madura y profunda, si se quiere, en lugar de la imagen frívola que había ofrecido hasta entonces en su carrera (que por cierto estaba casi en decadencia a la hora de salida de este disco). ¿Pe

"The tired sounds of Stars of the Lid", Stars of the Lid, 2001, Kranky

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El sexto álbum de Stars of the lid se las arregla para reunir -en 123 minutos- todos los procedimientos y técnicas de la historia de la música ambient hasta el primer año del siglo XXI: están los tonos larguísimos sobre los que flotan espejismos de microafinación, los armónicos que reverberan sobre acordes cuyos graves se mueven en lo más profundo del pantano sónico como las patas del más lento de los brontosaurios, las notas gráciles de piano armándose y desarmándose en clusters dispuestos por la sincronía y desincronía de los loops, el súbito cambio de fase en la definición de la música y la catarata de detalles que se estremecen como motas de polvo en una habitación a la que de pronto ha irrumpido un rayo de luz, y la suspensión de emociones que parecen haberse filtrado más allá de la frontera de nuestros cráneos o nuestra piel para instalarse ante nosotros en el aire y para desplegar capas y más capas de sus disfraces en la revelación de sus formas ocultas. Y, además, todo está h