"Peace sells... but who's buying?", Megadeth, 1986, Capitol

1986 pasó a la historia del rock/pop como el año milagro del thrash metal (también marcó el nadir de The Rolling Stones con "Dirty work" y la consolidación del doom metal con "Epicus doomicus metallicus", de Candlemass, además de haber sido el de nacimiento de clásicos pop como "Papa don't preach" y "Take my breath away"). Dificilmente pueda argumentarse que los álbumes propuestos por Metallica, Megadeth y Slayer ese año no están entre las obras maestras de su género específico, del metal en un sentido más amplio e incluso del rock/pop en lo que cabría pensar como su variante más extrema. Y si fue "Master of puppets" el que aportó el lado más texturado e intrincado en sus arreglos, y "Reign in blood" (además del más breve: unos asombrosos 28:56) el que colocó una suerte de marca para las posibilidades del metal en cuanto a violencia sonora e intensidad, quizá le toca al segundo álbum de estudio de Megadeth no sólo el bronce sino también el lugar de apuesta por la musicalidad entendida como virtuosismo técnico. De comienzo al fin el álbum es un despliegue de riffs y punteos que desafían la relación con la memoria del oyente que hace grandes a los grandes momentos del pop; y esto es una manera de decir que no hay en "Peace sells... but who's buying" el tipo de riff y arreglo memorable que abunda en "Master of puppets". Sin duda que una escucha reiterada y desde el lugar del fan de la banda (yo no lo soy, si bien el disco me resulta de gran interés y una fuente de disfrute) termina por establecer esas pautas rítmicas y tonales en el recuerdo, pero no cabe duda que la introducción de "Master of puppets" es inolvidable tras la primera escucha (se prende a la memoria, por así decirlo) y que "Wake up dead", una pieza sin duda de gran interés, no opera del mismo modo. Pero sí genera la impresión de una enorme competencia técnica: las escalas ascendentes y descendentes a toda velocidad, los cambios rítmicos, las múltiples secciones de las piezas, todo esto parece dispuesto para hacernos entender que Mustaine, Poland, Ellefson y Samuelson sabían tocar a las mil maravillas; quizá, en última instancia, lo que falta es cierta habilidad composicional pop. Podrá sonar curioso hablar de "pop" en el contexto de los tres grandes álbumes del thrash metal, pero el efecto en el escucha de "Master of puppets", en cuanto a melodías y relación entre las partes de las composiciones (tanto en sentido horizontal -en el eje de la sucesión- como vertical -en el eje de la simultaneidad), es completamente diferente.
Acaso lo que le falta a "Peace sells..." es atractivo vocal. Hay momentos en que Mustaine canta como si tuviera una ranura de un milímetro en la garganta y se esforzara en hacer salir todo el aire posible por allí; en "The conjuring" esto funciona perfectamente: la voz parece fluctuar entre planos faseados, entre nuestro mundo y el que habitan las criaturas demoníacas que, aparentemente, quiere convocar el ritual implícito en la letra, pero en otros momentos ("Good mourning/black friday" quizá) el resultado no es tan feliz.
En esta línea de exposición es interesante el estribillo de "Peace sells", que parece pensado para la voz de James Hetfield. Se trata, con su buenísima introducción a cargo del bajo y la batería, de posiblemente la mejor canción del álbum, seguida muy de cerca por el resto del lado A (en particular "Devils island"). El B parece ubicarse un poco por detrás, si bien es llamativo el cover de "I ain't superstitious", de Willie Dixon, el momento obviamente más cargado de groove y algo más cercano al rock, tanto que podría pensarse que con este cover Megadeth sentó las bases para hacer posible el sonido de Pantera a partir de 1990 (con esa otra obra maestra del metal noventero que es "Cowboys from hell"). En cualquier caso, un momento especialmente interesante del lado B es la intro de "My last words", que retoma la textura de guitarras limpias del comienzo "Good mourning/black friday") y de alguna manera termina por establecer la personalidad distinta del lado B en oposición al A, con su textura más rotunda de eléctricas con distorsión.

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