"The ship", Brian Eno, 2016, Warp

Quizá valga la pena, en tanto abordaje a la nave del vigesimoquinto álbum de estudio de Brian Eno, recordar que la palabra "ship" aparecía ya en la quinta composición del lado A de "Another green world" (1975), y que el paisaje sonoro propuesto allí, con su textura de acordes largos de sintetizador sobre los que ondula una percusión intrincada, acaso evocaba ya -incluso en tanto ese "apex of human technical power" del que habla Eno en las notas que se anticiparon al lanzamiento de "The ship"- el barco que ese mismo año sería evocado por la edición, en el sello Obscure del propio Eno, de la sobrecogedora "The sinking of the Titanic" de Gavin Bryars; cuarenta y dos años más tarde, entonces, Eno volvió al RMS Titanic y lo convirtió en el centro de su propio relato del naufragio, su "Un coup de dés" -por vincularlo a la obra de Mallarmé: y hay tantos puentes posibles entre el pensamiento del simbolista francés y el músico inglés- y, de paso, acaso su obra maestra tardía (qué curioso que haya sido editada en el mismo año de otras tres obras maestras de la concebible etapa tardía de sus creadores: "Blackstar", de Bowie, "You want it darker", de Leonard Cohen, y "Post pop depression", de Iggy Pop, y no puedo evitar sugerir que hay en esta enumeración un orden de calidad), salvo que, y crucemos los dedos para que sea así, el a punto de convertirse en septuagenario Brian Eno se reserve una pieza todavía mayor para el futuro. Digamos, entonces, que "The ship" tiene sus niveles más profundos -esos que rompió el iceberg- en dos obras de 1975. Pero hay más: se trata del primer disco de Eno en doce años que incluye partes vocales cantadas por él mismo, con "Another day on earth" (2005) como único precedente posterior a "Before and after science" (1977), el cierre de la etapa digamos híbrida entre el pop y el proto-ambient. Y al final del lado B de ese disco había tres piezas ("Spider and I", "Through hollow lands" y "By this river") que posiblemente estén entre lo más asombrosamente emotivo compuesto por Eno, en particular "By this river", en cuyos tratamientos de la melodía y las notas graves hay otro antecedente de "The ship", un disco del que Eno señaló -en cuanto a por qué volver a cantar- que había sido alimentado en parte por su descubrimiento de que ahora, con la vejez, era capaz de entonar notas más graves (especialmente un C4, de octava prima o do central); buena parte de "The ship" (y ahora me refiero a la composición con ese nombre, parte del disco también llamado así) incluye una suerte de canto fúnebre a cargo de pistas y más pistas de la voz de Eno superpuestas como un juego de capas cuidadosamente ecualizadas y tratdas con reverb, de modo que cuando se alcanza ese do central la nota se expande por fuera de los límites que podemos sentir como humanos, disuelta pronto en las profundidades del océano.
El tema del naufragio está tratado de manera notoriamente diferente a lo que suena en la composición de Gavin Bryars: "The ship" comienza con una lenta transición o pasaje entre texturas de sintetizador (con alguna irrupción de percusión y voces de fondo, en 5:41 por ejemplo) que van armando un paisaje vasto y rico, del que surge de pronto (hacia los seis minutos) la voz. Después de esa sección cantada aparecen más voces, como si se tratara de transmisiones remotas o de la última grabación de un moribundo, y la música se pierde lentamente en el silencio.
El disco continua con "Fickle sun", una composición en tres partes, la última de las cuales (que por su marcadísima diferencia con lo precedente parece algo así como la música que suena en los créditos finales de una película) es un cover de "I'm set free", de The Velvet Underground (originalmente en el disco "The velvet underground", de 1969), ejecutado maravillosamente. La primera y más larga de las partes comienza más o menos en las coordenadas de "The ship" pero pronto -pasado el segmento vocal, hacia 7:23- es estremecido por una serie de acordes acompañados de percusión, que destruyen el clima anterior y arrojan la pieza hacia un ambiente mucho más siniestro y amenazador, de alguna manera evocador de la obra de Scott Walker entre "The drift" (2006) y  "Soused" (2014). Acaso sean estos dos tercios finales de la primera parte de "Fickle sun" el momento más asombroso del disco: su continuación, en "The hour is thin", la segunda parte de la pieza, es considerablemente menos impactante, y consiste en un poema (generado por computadora) leído por el actor Peter Serafinowicz sobre un fondo de piano que a su vez evoca las colaboraciones de Eno con Harold Budd (como "The pearl"). Acaso después de la intensidad de la primera parte, esta segunda (la más breve: 2:50) funcione como epílogo.
El disco, entonces, se sugiere inagotable y escucharlo sucesivamente habilita la sensación de estar explorando un mundo complejo y no siempre hospitalario; en cierto modo, eso lo vuelve la culminación de una carrera tan pródiga en mundos imaginarios.

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