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Mostrando entradas de julio, 2017

"Fireball", Deep Purple, 1971, Harvest/Warner Bros

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Sin duda es en "Machine head" (1972) donde Deep Purple da de manera más certera en el blanco, con un álbum tenso y homogéneo que más que explorar las posibilidades del lenguaje hardrockero de la banda ofrece, bajo la especie de una suerte de lección bien aprendida, el mayor esplendor que cabe derivar de esas posibilidades. Es, es decir, un disco en el que la ejecución es tan brillante que su relativo conservadurismo de jugada segura no importa para nada; así, el momento -acaso menos logrado en términos de artesanado- más arriesgado o experimental de la formación clásica de Deep Purple es el del disco inmediatamente anterior, "Fireball". Está claro que todas sus piezas funcionan bien en sí mismas, pero hay a la vez quizá una sensación algo borrosa en cuanto a la manera en que se articulan en un álbum, en particular si lo que se espera de un álbum es eso que "Machine head" ofrece tan bien; sin embargo, en su heterogeneidad o incluso su imperfección "

"Nena", Nena, 1983, CBS

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A veces es fácil pasar por alto que buena parte de las bandas reunidas bajo la demasiado amplia categoría de "krautrock" estaban compuestas por los más místicos y new-age de los hippies, saturados de un discurso de trascendencia espiritual de plástico. Y no se trata únicamente de las bandas más de segunda o tercera fila, ni siquiera de las menos interesantes musicalmente, pero habría qué preguntarse cuantas bandas de un flower power galáctico recalentado podían contarse por cada Faust, Neu!, Can o Kraftwerk. Insisto en que no hay un juicio de valor operando: buena parte de la discografía post-Virgin de Tangerine Dream entra fácilmente en el estatuto cómodo y complaciente de música new age, del mismo modo que Ash Ra Tempel (y en particular su lider) grabó zapadas horribles y autocomplacientes al mismo tiempo que discos maravillosos ("E2-E4", por ejemplo), o incluso zapadas hippies que eran además discos maravillosos, y eso es parte de todo lo que tantos amamos en

"Neu!", Neu!, 1972, Brain

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¿Se puede eludir al álbum de Neu! de 1972 en una lista de discos debut tremendamente influyentes? Por supuesto que no. Incluso bastaría con hacer sonar "Hallogallo", la primera y más larga de las piezas del disco, con su beat motorik incansable y su apuesta máxima al ritmo y la textura, en oposición a otros valores musicales consagrados por el contexto de la época. Música dance antes de que la electrónica emergiera como un género, música capaz de desplazar al oyente hasta un estado (ligeramente, pero eso depende de cada uno) alterado de consciencia, la gran inauguración de la discografía de Neu! (junto a Can y Kraftwerk sin duda las más influyentes no sólo del krautrock sino de Alemania en general) parece hacer belleza del tiempo, éxtasis de la mera sucesión. Después Neu! refinaría la propuesta -especialmente en su tercer álbum de estudio-, pero en "Hallogallo" está todo lo que da de sí el motorik de Klaus Dinger y el minimalismo de guitarra, sintetizador y bajo

"In the court of the Crimson King", King Crimson, 1969, Atlantic/Island

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Más interesante que debatir si "Sgt. Pepper's lonely hearts club band" es el mejor álbum de todos los tiempos o si es el mejor de The Beatles (y si ambas calificaciones son equivalentes), o si se trata realmente de un álbum conceptual, es pensarlo en términos no de lo que "es" (que, por otra parte, implica una percepción imposible) sino de lo que por un lado se ha dicho que es y, por otro, la manera en que ha sido usado en el contexto de la historia del rock, sea para negar su preponderancia o para afirmarla, o para proponerlo como un lugar clave en la pretensión de dar al rock un estatus distinto al de entretenmiento. Por supuesto que caben a su vez varias reacciones a esa pretensión (y al lugar del Peppers en ella), pero sin duda puede polarizarse la cosa separando a quienes pretenden que tal pretensión es espuria y defienden el valor intrínseco del rock-en-tanto-entretenimiento (sea que asimilan esto o no al "pop") o proponen que esas pretensione

"The soft parade", The Doors, 1969, Elektra

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Si bien cualquier intento de salir de la zona de confort puede ser interesante en el contexto del pop/rock (más al menos que álbumes bien cincelados pero predecibles y consabidos), y especialmente a fines de los sesentas, esa operación funciona de una manera un poco extraña en el cuarto álbum de The Doors; no solo porque su resultado sea en última instancia fallido -o lo más parecido a un álbum "malo" o "fallido que se permitió una banda con una discografía relativamente impecable hecha la excepción de justamente "The soft parade" y algún momento del par de álbumes que lo rodean- sino especialmente porque el experimento en sí parece poco atractivo. Al menos si queda presentado en función del gesto bastante evidente de volver más complejo el sonido, ya que la manera en que esto parece operar termina por cancelarse a nada más que el añadido de bronces. Es decir: la banda ya exhibía una vocación riesgosa en su matriz básica de psicodelia, teatralidad, lírica, bl

"Moss garden", Svarte Greiner, 2016, Miasmah

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Brian Eno habló alguna vez de la capacidad de la música ambient de "pintar" un entorno; hay, es decir, una suerte de uso del género relacionado con alterar las cualidades inmediatas de una habitación desde ciertos sonidos, texturas y respuestas emocionales en el oyente. Es interesante pensar desde esa idea al subgénero (o género, depende de desde   dónde se lo mire) del dark ambient, que de manera inmediata parece capaz de generar inquietud, ansiedad y terror. Pienso en lo que me ofrece la ventana del cuarto donde escribo: una vasta paraed gris amarronada por la intermperie, una franja pintada de blanco hace quién sabe cuánto, pautada por manchas de humedad, las líneas de tender la ropa vacías, los edificios cercanos, más altos, y, contra un cielo metálico las formas de grandes nubes amarillentas que absorben la luz del atardecer inminente. Sobre ellas -y puedo evitar la resolución de formas conocidas simplemente graduando qué tan alto puedo ver en el cielo, según acomode

"The dark side of the moon", Pink Floyd, 1973, Harvest

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Es una idea bastante fácil de encontrar la que establece que a partir de su octavo álbum de estudio Pink Floyd se convirtió en una banda ampulosa y complaciente, como si en el contexto de "The dark side of the moon" operara la traición definitiva a los ideales experimentales y psicodélicos de las primeras etapas de la banda. Versiones aún más estúpidas de la idea establecen una suerte de gradación o pérdida de la influencia de Syd Barrett como si en ella se jugara todo lo más grande que alcanzó o podría haber alcanzado la banda: desde el evidente máximo en el primer álbum de la banda y los singles del período hasta "Meddle", donde "Echoes" termina por señalar esa solemnidad ante todo no barretsiana que se terminaría por comer a Pink Floyd. No creo que sea necesario señalar acá que todo esto me parece una tontería gigante, pero es cierto que la banda cambió entre "The piper at the gates of dawn" y "Animals", en el sentido de que lo co

"Cluster & Eno", Cluster y Brian Eno, 1977, Sky

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Los momentos claves en la carrera setentera de Cluster están claros. Primero la partida de Conrad Schnitzler, cuando el nombre del grupo cambia de Kluster a Cluster y Moebius y Roedelius empiezan a aleajarse de las texturas industriales precursoras del dark ambient; después la interacción con Michael Rother en el proyecto paralelo Harmonia, qu e permite la luminosidad más ligera y estremecedora de los álbumes "Zuckerzeit" y "Sowiesoso"; y , finalmente, la colaboración con Eno los lleva a retornar a ciertas atmósferas oscuras y a lo que podría ser descrito como un incremento radical en la definición sonora -a nivel de detalles, de cualidades más finas de la textura- de sus composiciones, como queda claro en el excelente "Grosses wasser". En ese sentido, son los dos discos con Eno -y en particular el primero, el más Cluster del par- los documentos del cambio (no digo salto porque, en cierto modo, todo estaba guardado en forma potencial en "Cluster I&q

"LC", The Durutti Column, 1981, Factory

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Dos de los momentos más fascinantes de la música de los setentas, el krautrock y el postpunk, tienen en común la idea de rebooteo, de comenzar desde cero, por lo que no es extraño que el más reciente de ambos movimientos haya de alguna manera vuelto legible -o reinsertado en una lógica de significados- al más viejo. Eso, por supuesto, no agotó al krautrock -ni esta idea agota al postpunk tampoco-, pero parece claro que a través de bandas como Joy Division y Talking Heads la influencia de Can, Faust y Neu! se abrió camino, del mismo modo que Bowie y Eno canalizaron el ímpetu de Cluster, Harmonia y Kraftwerk hacia el pop de los ochentas. Cierta pieza clave de esa deriva puede encontrarse en "LC", el segundo álbum de The Durutti Column, uno de los discos más hermosos de ese período seminal. Como en Can, Faust y Neu (y en Talking Heads) el ritmo es acá un elemento fundamental, y la percusión -sus golpes de frecuencias bajas desde los toms- es tan esencial a la textura como la

"These foolish things", Bryan Ferry, 1973, Island

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A diferencia de David Bowie, Bryan Ferry siempre valoró el estilo personal. Bowie, es decir, hizo más bien lo contrario: en su matriz de cambios y de exploraciones el concepto de estilo queda arrinconado en lo inevitable, aquello que es repetido incluso inadvertidamente por debajo del flujo de las mutaciones: las limitaciones donde las haya, lo que puede verse y lo que permanece invisible; así, "Pin Ups" trata más de la relación entre dos épocas y su paisaje sonoro (los setentas del glam contra los sesentas británicos mod), mientras que "These foolish things", publicado unos días antes, es un disco ante todo sobre Ferry, sobre su estilo, sobre sus gustos, sobre su voz y su vibrato. La impostura y la artificialidad del glam son un elemento ineludible; ya desde la primera pista -el cover de "A hard rain's a-gonna fall" está claro que los puristas harían mejor en ponerse a escuchar cosas más honestas y sentidas (a Springsteen, supongo), por no añadir

"Yeti", Amon Düül II, 1970, Liberty/Repertoire

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En la película "Altered states" (Ken Russell, 1980) se cuenta la historia de un psicólogo fringe que retrocede en la memoria genética de la humanidad y la vida hasta una forma protoplasmática cercana a la "materia increada"; para hacerlo -para remontar la cadena atávica, digamos- moviliza tecnología (tanques de aislamiento sensorial, específicamente) y sustancias psicoactivas enteogénicas, primero sintéticas y eventualmente las derivadas de una sopa primigenia que le confían ciertos indios mexicanos (¿un guiño a los tarahumaras de Artaud?), una suerte de ayahuasca (aunque el término no aparece en la película y en su lugar se habla de "la primera flor", si bien la película deja ver algunas raíces de Banisteriopsis caapi) de la que es derivada una tintura usada más tarde en la película en conjunción con el tanque de aislamiento sensorial. La hipótesis parecería clara: ciertas drogas enteogénicas permiten retroceder en la memoria genética, en una suerte de

"Diamond dogs", David Bowie, 1974, RCA

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Para 1974 la única posibilidad de hacer algo realmente intersante con el glam rock  implicaba llevar al extremo alguno de sus rasgos distintivos, y en el caso del disco con el que Bowie se despediría de la estética que lo hizo famoso serían las cualidades más intelectuales, literarias y barrocas del llamado "alto glam" las tensadas. La doble matriz del proceso fue la novela "1984", por un lado, y el descubrimiento de las técnicas de cut up de William S. Burroughs, por otro; el resultado fue un álbum sorprendente (es dificil pensarlo entre los 5 mejores del músico, pero sin duda está entre los más fascinantes), y si bien es cierto que cada disco de Bowie es de alguna manera singular en el contexto de la discografía, el sonido de "Diamond Dogs" parece más alejado que otros de un posible "estilo" persistente. Esto es llamativo, en tanto el de 1974 es el álbum en que Bowie más se involucró a nivel musical, con la primera guitarra a su cargo, los

"Future days", Can, 1973, United Artists

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Nadie está en verdad adelantado a su tiempo, pero hay sonidos capaces de convencernos de que su origen está en un mundo paralelo, un pasado que no desemboca en nosotros o un futuro que jamás llegará. O todo eso a la vez, y entonces el presente de su enunciación de pronto se nos revela como más complejo y rico, con esa inmensa serie de potencialidades a rastrear. ¿Qué hizo posible, entonces, al tercer álbum de Can con Damo Suzuki, una de las obras maestras del llamado krautrock? David Stubbs explora con tensa lucidez las condiciones culturales de la Alemania occidental de fines de los sesenta y principios de los setenta, pero lo que parece funcionar perfectamente para bandas como Amon Düül 2 (por no mencionar a Popol Vuh o Guru Guru, todo ese lado dionisíaco del krautrock) o incluso, en el otro extremo del espectro, Neu! y Kraftwerk, se vuelve más insatisfactorio si quisiéramos pensar cómo fue posible un disco como "Future days". Por supuesto que de antemano el proyecto (en

"John Lennon/Plastic Ono Band", John Lennon, 1970, Apple

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No debe haber muchos movimientos musicales más sobrevalorados que el punk, esa música estrictamente regresiva que parecía complacerse apenas en señalar que está bien tocar mal el rock'n'roll de los cincuentas porque el capitalismo es una mierda; mucho más interesante es el casi contemporáneo postpunk, por supuesto, y a la vez resulta hasta incómodo que bandas como The Stooges puedan parecer tan fácilmente caracterizables que la etiqueta de "precursores del punk" les vaya bien, como si no fueran ellos -y los New York Dolls, y otros tantos proyectos- mucho más interesantes que el punk en sí. En cualquier caso, uno de los "antecedentes" más notorios del punk jamás quedó arrinconado en esa condición de precursor en virtud ante todo de que involucraba a John Lennon, cuyas credenciales -no hace falta decirlo- lo salvaban de una visión tan minimizadora. Pero todo lo que suena en "John Lennon/Plastic Ono Band" agota aquello a lo que el punk querría volv

"Unplugged in New York", Nirvana, 1994, DGC

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Es curioso que la discografía de Nirvana -dejando de lado compilados y otros álbumes en vivo póstumos- tenga a los dos discos más disímiles como extremos; entre el sonido sucio y siniestro de "Bleach" y la performance acústica de "Unplugged in New York" no sólo hay espacio para el registro completo de una banda sino, acaso, para toda esa primera mitad de los noventas que cabe asociar al llamado grunge. En cualquier caso, "Unplugged..." -grabado en noviembre de 1993 y publicado después de la muerte de Cobain- no sólo es uno de los grandes discos en vivo de la historia del rock sino que es interesante en sí mismo en tanto matriz de significado para una selección de canciones y una elección de sonido. La banda optó por no intentar simplemente reproducir un setlist estándar en lenguaje acústico -como había hecho Pearl Jam en 1992- sino más bien por reformar por completo la propuesta, incorporando covers -seis en total: "The man who sold the world"

"The psychic nature of being", Lichens, 2005, Kranky

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Instantáneas del mundo de las listas número 17: Hace unos meses procuré escuchar la lista completa de "los mejores 50 discos ambient" publicada por Pitchfork (es bastante fácil, está todo en YouTube); creo haber señalado ya que me encantan las listas, y en general ante una de la que desconozca más de un tercio de lo listado no hago otra co sa que procurarlo todo, como pasó con esta de Pitchfork, que de alguna manera sigo repasando. Pero hace unos días di con la lista de "los mejores discos ambient que no fueron incluidos en la lista de los mejores 50 discos ambient de Pitchfork", lo cual es lo suficientemente metalístico como para atraer mi atención. Y resultó que de esa lista conocía poco y nada. Si una de las funciones de las listas -en el caso de que haga falta una función para las listas- es orientarnos en viajes de descubrimiento, la de los discos faltantes fue de gran utilidad; además, otra cosa que cabe hacer con las listas es pensarlas desde un punto de

"Glitter", Gary Glitter, 1972, Bell Records

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No sé qué tan difícil pueda ser tomarse en serio a Gary Glitter. Incluso en el contexto del glam rock más terraja (Slade, Sweet) la panza el cantante y su cara de obrero del volante parecían compilcarle demasiado la vida a las mallas y enteritos ajustadísimos que vestía, cargados de tela plateada y brillantina y abiertos para dejarle ver el pecho peludo; sin duda cierto componente homoerótico funcionaba bien, pero puesto en relación a la elegancia alienígena impecable de Bowie o al vastísimo vestuario de Roxy Music se termina por esbozar una sonrisa o por recordar a Suzi Quatro, quien dijo que Bowie la hacía sentirse un nenito feo. Pero está claro también que el glam tenía que ver con tensar y divertirse con los códigos de la indumentaria, el género y el buen gusto burgués, y en esa línea cabe pensar a Gary Glitter (de nacimiento Paul Grancis Gadd) y, en particular, a su primer álbum, en tanto todas o casi todas las tendencias del glam -al menos del llamado "bajo glam": fa

"British steel", Judas Priest, 1980, Columbia

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Quizá pueda pensarse que el heavy metal es un género en el mismo sentido en que lo es (o no es) la ciencia ficción; es decir: seguramente el metal no es un género, o no lo ha sido excepto por un momento específico en el que, tras una prehistoria de límites difusos (dominada por Sabbath) y en medio de una posthistoria estallada en un campo de subgéneros o variantes con diferentes -a veces apabullantes- grados de especificidad (guiño guiño - igual que la ciencia ficción), en algun momento de los ochentas el metal parecía derivar su naturaleza de género de la música pop/rock de la tensión entre los dos polos que cabe reconocer entre el NWOBHM (new wave of british heavy metal) y el algo posterior thrash; ambos son las matrices de todo lo que vendría después (en cierto sentido hasta podría pensarse en una suerte de receta: tanto por ciento tiende a lo que había sido el NWOBHMN -pienso en el speed metal y en el power metal, con toda su descendencia, claramente- y otro tanto por cient

"The incarnation of the solar architects", Inade, 2009, LOKI50

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Hipótesis 1: toda la música ambient puede clasificarse en dos grupos, el ambient generativo (es decir el que se desprende todo o casi todo de un proceso iniciado por el autor y que no es activamente controlado o afectado por este) y el ambient expresivo (es decir aquel donde cada sonido que escuchamos, o al menos la gran mayoría, está dispuesto en su lugar por el autor, que sigue un propósito específico, consciente o inconsciente). Ejemplos: de ambient expresivo, "On land", "Selected ambient works vol. 2", el lado B de "Low"; de ambient generativo: "The disintegration loops", "Discreet music", "What". Hipótesis 2: toda la música dark ambient, o al menos la gran mayoría de la música clasificable como dark ambient, necesariamente, debe pertenecer al subgrupo expresivo de la música ambient. ¿Por qué? Si pensamos en el dark ambient como pensamos en el género literario o cinematográfico o historietístico del horror (es dec