"LC", The Durutti Column, 1981, Factory


Dos de los momentos más fascinantes de la música de los setentas, el krautrock y el postpunk, tienen en común la idea de rebooteo, de comenzar desde cero, por lo que no es extraño que el más reciente de ambos movimientos haya de alguna manera vuelto legible -o reinsertado en una lógica de significados- al más viejo. Eso, por supuesto, no agotó al krautrock -ni esta idea agota al postpunk tampoco-, pero parece claro que a través de bandas como Joy Division y Talking Heads la influencia de Can, Faust y Neu! se abrió camino, del mismo modo que Bowie y Eno canalizaron el ímpetu de Cluster, Harmonia y Kraftwerk hacia el pop de los ochentas. Cierta pieza clave de esa deriva puede encontrarse en "LC", el segundo álbum de The Durutti Column, uno de los discos más hermosos de ese período seminal.
Como en Can, Faust y Neu (y en Talking Heads) el ritmo es acá un elemento fundamental, y la percusión -sus golpes de frecuencias bajas desde los toms- es tan esencial a la textura como la guitarra eléctrica limpia, las frases de piano y las voces de Vini Reilly (quien tocó todos los instrumentos en el disco hecha la excepción de la percusión) enterradas en la mezcla, que parecen mecerse como un holograma desenfocado cíclicamente sobre la brisa que entra a un cuarto vacío y blanco. Al comienzo y al final del lado A del vinilo original, "Sketch for a dawn", con sus dos partes, establece clarmente el espacio sonoro de la propuesta, con sus acordes de eléctrica limpia pautados por un delay tenso, corto y rítmico, sobre el que la suavidad extrema de la voz parece planear con alas enormes. Quizá sea la segunda parte la más asombrosa, o al menos la más espaciosa, libre de la pauta intensísima creada por el delay en la guitarra (pero atrapada en una suerte de loop también, sólo que más amplio: es el riff circular de tres acordes que domina la canción). Las notas del piano y el bajo parecen crear superficies aplastadas por la luz solar entre las que la voz avanza buscando una salida.
Todo el disco, en cierto sentido, es un vasto paisaje sonoro, un ambiente melancólico equiparable en belleza a las últimas piezas de de "Closer", de Joy Division (de hecho, la muerte de Ian Curtis es aludida en "The missing boy", la penúltima canción de "LC"). Esto es especialmente notorio en el lado B, que si bien lleva marcadas las divisiones entre las pistas, podría perfectamente consistir en una única composición: por todas partes laten las guitarras con delay y sus arreglos en escalas menores, en todas partes la música abruma a la parte vocal y convierte a las piezas en casi instrumentales (como la estremecedora "Never Known") o en instrumentales a secas (la densa "The act committed" y la un poco más luminosa "Detail for Pauly"). El lado A sigue la misma pauta (cinco canciones de las cuales tres son instrumentales o casi instrumentales), pero sus arreglos parecen acercarlo ligeramente al pop o a una forma de pop; esto se nota en particular en la bellísima "Jacqueline"y en la más ágil y breve "Messidor"; en comparación, el lado B suena más desolado y desolador, la banda sonora perfecta para una adaptación cinematográfica de "El mundo de cristal", de Ballard.

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