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Mostrando entradas de agosto, 2017

"Incesticide", Nirvana, 1992, DGC

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Lo primero que llamó mi atención desde "Incesticide" y se las arregló para convertirse en el núcleo de mi imagen mental del álbum fue su arte de tapa (del que ahora, lo confieso de rodillas y con las muñecas atadas, tengo una espantosa versión verdosa y argentina). Se dice que Cobain aceptó lanzar un compilado de lados B, rarezas y transmisiones radiales por que se le permitió encargarse él mismo del arte, y de alguna manera le funcionó: para mí, por mucho tiempo, Nirvana no fue el pop punk perfecto de "Nevermind" sino, más bien, la pareja de homúnculos (y la amapola) de la tapa de "Incesticide": algo ominoso (familiar e inquietante), algo mínimo, algo ligeramente grotesco y a la vez increíblemente expresivo, como un cuadro de El Bosco hecho por y para niños malignos y mutantes. Quizá por ahí, pensaba, había que entender la música. También es cierto -como dije en una reseña hace unos días- que por cierto tiempo usé "Incesticide" como si fuera

"Remain in light", Talking Heads, 1980, Sire

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Supongo que si alguien me pidiera una razón para pensar al cuarto álbum de estudio de Talking Heads como la obra maestra de esa banda podría contestar que, a pesar de mi amor por "Fear of music", se me ocurren tres: "Once in a lifetime", "Listening wind" y "The overload"; o, mejor, bastaría con decir que tiene el mejor conjunto de canciones basadas en un único acorde en que pueda pensar, y que además tiene "The overload", donde si algo no importa es qué acordes están siendo tocados. Y, además, que todo el álbum es una extensión y exploración de "I zimbra", la maravillosa apertura de "Fear of music". Curiosamente, la canción quizá más deliciosa del disco, "Once in a lifetime", además del ambiente fantasmagórico de sus estrofas y de todo eso que es esencial al álbum completo -la complicada trabazón de ritmos, la naturaleza estrictamente creada en el estudio con máquinas y procesos de la música que suena-,

"Heathen", David Bowie, 2002, ISO/Columbia

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Los casi tres años entre "Hours..." y el vigésimo segundo álbum de David Bowie parecieron una eternidad. "Heathen" en su momento sonó a un retorno, no sólo al buen hacer musical de su creador sino, efectivamente, a un retorno literal, como si los años que mediaron entre él y su predecesor hubiesen roto un ritmo o parecido demasiado; además, para reforzar la idea de un pasaje a una nueva etapa, Bowie lanzó "Reality" en 2003 y ser embarcó en una de las mejores giras de su carrera. Claro que pasado 2004 habría que esperar un tiempo considerablemente mayor -e inédito en la carrera de Bowie- hasta el verdadero retorno (y de paso a su álbum final, uno de los cinco mejores de su discografía), y no menos claro parece ahora que "Reality", con su sonido inmediato, de banda hecha a tocar en vivo, proyectó a Bowie hacia una zona que no parecía presente del todo en "Heathen" y que acaso era en verdad más interesante: en la gira de "Reality&

"Pisces iscariot", The Smashing Pumpkins, 1994, Virgin

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Nirvana tuvo en 1992 su momento de compilar rarezas con "Incesticide", un disco que en su momento muchos escuchamos como si fuera un álbum, no un compilado, y en cierto modo, en retrospectiva y sumando "Pisces Iscariot" al panorama podría pensarse que hay un sentido en que funcionan ambos como álbumes, y es que en esos recortes, descartes, exploraciones, bosquejos, canciones tentativas y alguna que otra obra maestra (en el caso de Nirvana sin duda "Aneurysm") se las arreglan para dibujar mejor una imagen de la banda que álbumes completos; en cierto modo, entonces, hay más de Nirvana en "Incesticide" que en "Nevermind", salvo, pero no sólo del modo trivial en que un compilado funciona en esa línea, ya que el concepto de "lo mejor de" suele ser el imperante -al menos cuando no hay otro declarado- y por lo tanto se dice otra cosa cuando se compilan lados B o rarezas, sino que es justamente en ese lado débil, en ese costado de

"In a silent way", Miles Davis, 1969, Columbia

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Cinco años más tarde Brian Eno llevaría el procedimiento a su siguiente nivel, y tres o cuatro años antes The Beatles habían establecido y consagrado el procedimiento, pero basta con escuchar "The complete in a silent way sessions" para entender la cualidad única y deslumbrante de lo que hizo Teo Macero con las grabaciones que terminaron cortadas, pegadas y loopeadas para formar "In a silent way". Si Miles había sugerido las posibilidades ambient del jazz en "Relaxin'" (1958) y llevado esa linea el año siguiente a un estado de genio deslumbrante en "Kind of blue", fue necesario que empezase a arremolinarse su ímpetu para el jazz fusion -a través, entre otras cosas, de su interés por Jimi Hendrix, que lo llevó a reclutar al técnicamente superior John McLaughlin- para que ese proto-ambient y los procedimientos de estudio se encontraran en una obra singular. Así como el momento más bello del ambient generativo de Eno -"Music for airpor

"Nevermind", Nirvana, 1991, Geffen

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Después dirían que Nirvana había asesinado al solo de guitarra (para algunos, quién sabe por qué, un crimen contra la música) y la idea sería extrapolada erróneamente (basta con escuchar los solos en las composiciones de Pearl Jam y The Smashing Pumpkins) al grunge o al alternativo noventero en general, pero si se escucha "Nevermind" en relación a "Metallica", otro disco del mismo año y cargado de una musicalidad más evidente, lo que llama primero la atención es el sonido, estrictamente más nuevo, más vivo, más contemporáneo. Quizá se nota especialmente en las baterías, todavía ochenteras en el disco de Metallica y ya plenas en espíritu de la época en el de Nirvana. Quizá, entonces, sea precisamente el sonido en sí la dimensión más interesante: las distorsiones brillantes y compactas por todas partes, la nube de ruido blanco y fuzz en "Territorial pissings", el chorus tremendo en el riff de "Come as you are" y las voces en double tracking. Clar

"Highway 61 revisited", Bob Dylan, 1965, Columbia

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Habría que empezar por la idea de que las letras son lo que menos importa en la mayor parte de los discos de Bob Dylan, y del sexto en particular; es decir: son literatura y en tanto literatura se bastan a sí mismas, ajenas a la música, que es lo que en efecto importa de la mayor parte de los discos de Bob Dylan, y del sexto en particular. Está, para empezar, el sonido de concierto o desconcierto en "Like a rolling stone", que para el segundo compás ya suena -y Greil Marcus acierta al respecto- como si todos los músicos estuviesen suspendidos en su propio asombro ante lo que, entienden, jamás podrá repetirse. La mezcla final del álbum, mono o estéreo, sigue ese camino: los sonidos no están del todo separados pero tampoco se funden; más bien se arremolinan, se suceden, rotan, orbitan. Hay una sustancia extraña entre ellos, por decirlo así, un espacio que no es espacio y que si tuviéramos que apelar a Star Trek como fuente de términos terminaríamos por llamar "subespaci

"Dare", The Human League, 1981, Virgin

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No hay muchos discos, al menos en la era post-beatle, tan sorprendentes, inagotables y de una frescura tan perenne como la del tercero de The Human League. Pero no por el desafío de su propuesta en sí, sino por su pocas veces igualada (si es que alguna vez lo fue después de 1981) manera de sonar como la quintaesencia del pop y mantener a la vez una riqueza asombrosa de sonidos; son cuarenta minutos de audacia musical, una serie de lecciones bien aprendidas (Bowie ante todo, pero también el pasado más experimental de la banda y sus otras tantas influencias, desde Krafwerk hasta "The Idiot", de Iggy Pop, desde el eurodisco de Moroder hasta el Bowie ersatz de Gary Numan y ABBA), experimentos tan felices que no parecen experimentos y pleno goce musical. Esa combinación de pop y audacia, junto a la larguísima estela del álbum -que engendró o consolidó el synthpop y terminó de definir el sonido de la primera mitad de los ochentas-, puesta junto a la de otras bandas de la época (

"Sextant", Herbie Hancock, 1973, Columbia

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Las connotaciones inmediatas de la música ambient, incluso si se tiene en cuenta que no toda esta es generativa o procedural en su origen, parecen peleadas con las connotaciones inmediatas del jazz. Es decir: el minimalismo, la atención especial y preponderante a lo textural, su presencia conceptual y sus diversos modos de atención parecen ubicarse en un concebible polo opuesto a la frescura de la improvisación, a la expresividad emotiva, a la musicalidad virtuosa, a la atención en la personalidad o la idiosincrática del intérprete, a la bohemia, al blues, etc. Sin embargo, la digamos "función ambient" del jazz siempre estuvo allí, incluso desde un clásico arquetípico del género como "Kind of blue"; más allá, incluso, cabe colocar al bellísimo "In a silent way", también de Miles Davis, ensamblado en el estudio con procedimientos típicos del ambient. En ese disco tocaba Herbie Hancock (y Joe Zawinul y Chick Corea y Wayne Shorter y John McLaughlin y Tony W

"Yield", Pearl Jam, 1998, Epic

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Si no fuera porque "Binaural" hace una apuesta fuerte por texturas y cualidades sonoras, podría pensarse que el quinto álbum de Pearl Jam es una reacción a la perspectiva de perder cierta base de seguidores después de un disco tan arriesgado -en el contexto de la estética o estéticas de la banda, se entinde- como "No code". Y es cierto que "Yield" es el disco más pop y ligero que grabara Pearl Jam, pero en su rock directo y sin mayores rebusques no sólo contiene melodías bellísimas y momentos de gran emotividad sino que logra mantenerse interesante canción tras canción. Incluso cabe encontrar una buena marca de la herencia de "No code" en "All those yesterdays" y "Push me, pull me", que aportan un costado un poco menos consabidamente rockero al disco sin volverse piezas que le compliquen demasiado la vida al oyente. En ese sentido, el gran logro de "Yield" es mantenerse siempre pop sin perder la variedad, el inter

"The second annual report", Throbbing Gristle, 1977, Industrial

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Uno de los relatos más famosos del punk es aquel que convoca los tres acordes y la instrucción de formar una banda. Y, de alguna manera, es mucho más ilustrativo de lo que parece. Para empezar porque se trata de tres acordes, lo cual es bastante, especialmente porque con tres acordes ya se alcanza una armonía tan básica y pop como la de I-IV-V. Decir "tres acordes" es lo mismo que decir "música": el punk fue, después de todo, un movimiento conservador de regreso a un rock cincuentero e inofensivo. Es que en 1977 la verdadera antimúsica, el verdadero terror, la verdadera provocación estaba en otra parte: en el primer álbum de Throbbing gristle, al lado del que la mayor parte de la música pensada para shockear o espantar al burgués parece la literatura de Felipe Polleri: un montón de tonterías dichas por un niño que posa de malvado. Quizá el postpunk -y por comodidad podemos ubicar por ahí a Throbbing gristle- está, junto al ambient y el dark ambient, entre los g

"Hex enduction hour", The Fall, 1982, Kamera

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Los primeros segundos de la primera pieza del cuarto álbum de estudio de The Fall diseñan el paisaje que ocupará al resto del disco: hay un bajo que parece una montaña de obsidiana y una caverna que cabe en una sala de ensayo. Y por ahí se mueven guitarras low-fi y estallan dos baterías, llenándolo todo de pedazos de ritmo. La pieza es compacta y fragmentada a la vez, de una manera tan misteriosa como ese espacio tan vasto como encerrado que convoca el sonido; después las cosas parecen enfilarse o enfocarse con el riff de "Jawbone and the air-rifle" y sus melodías de bajo, para que después el impulso se hunda en una atmósfera decadente y mala onda con "Hip priest". En "Deer park" la banda avanza como un robot que está aprendiendo a caminar y después, en las dos partes de "Winter" (cortadas por la cesura entre los lados del LP) el bajo entrega un pulso monolítico alrededor del que se arremolina una atmósfera de gran belleza y sugerencia, que en

"The nacrasti", R|A|A|N, 2001, Malignant antibody

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El libro de Marc Weidenbaum sobre "Selected ambient works volume II", de Aphex Twin, dedica buena parte de su extensión a indagar en la relación del pulso con la música ambient. Es cierto que para la aparición de la obra de Aphex Twin lo que estaba pasando era una renovación del género ambient más allá del momento fundacional de Brian Eno, y que la música ambient de fines de los 80s y buena parte de los 90s pasó a entenderse como una provincia del más vasto territorio de la electrónica, donde el pulso es acaso fundamental, pero en cualquier caso las preguntas planteadas por Weidenbaum son de gran utilidad a la hora de pensar en el ambient en general, no específicamente su momento noventero; así, cabe pensar en los ciclos de repetición del delay en "Discreet music", por ejemplo -por nombrar una obra ambient anterior a la incepción del concepto-, y el ritmo que pautan. No es mala idea preguntarse qué tanto se puede extender el problema del beat o pulso (si lo hay en

"Let it be", The Beatles, 1970, Apple

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Más allá de que el peor disco de The Beatles bien puede ser el mejor disco de la mayoría de las bandas que andan, anduvieron y han andado por ahí, y de que sin duda es fácil pensar que "With The Beatles" o "Please please me" (por nombrar los que menos me interesan de la discografía) son discos más intensos, más vivos, más influyentes e importantes, "Let   it be" es un álbum no sólo disfrutable sino a su manera fascinante también, y no estoy diciendo esto en un plan "reescribamos la historia" o "rescatemos discos denostados" porque, reitero, "Let it be" es un disco de The Beatles y, en general, toda la discografía de The Beatles está a una distancia marcada del resto del rock/pop, así sea por el simple hecho de que The Beatles son y han sido el centro del canon y por tanto la regla con la que se mide lo demás en términos de pop/rock (hasta el punto que todo lo anticanónico en el pop/rock, krautrock y postpunk incluidos, pasa

"Sticky fingers", The Rolling Stones, 1971, Rolling Stones

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Sin duda uno de los más grandes álbumes de todos los tiempos, el noveno (UK) o decimoprimero (USA) de The Rolling Stones es, especialmente si lo pensamos en relación al que lo siguió, un gran ejemplo de disco perfecto, cuidadosamente homogéneo (en oposición a literalmente homogéneo) y lo suficientemente narrativo en su deriva de atm ósferas y texturas como para sugerir -sin llegar a ser presentable como un álbum conceptual- ese esquivo todo superior a la suma de sus partes. "Exile on main street", por supuesto, queda como el gran ejemplo de disco doble imperfecto, excesivo, marcadamente heterogéneo y genial. Curiosamente, es dificil decir poco sobre "Sticky fingers" y que ese poco trace una imagen del álbum, acaso porque los Stones, en su mejor momento (entre e incluyendo el último trabajo previo a la partida de Brian Jones y el inmediatamente anterior a la entrada de Ron Wood: es decir, toda la etapa con Mick Taylor o, al menos, o, especialmente, los primeros tre

"Thursday afternoon", Brian Eno, 1985, E.G.

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Si bien el encanto de "Music for airports" es ineludible y el álbum se vuelve extrañamente inagotable, y por tanto cuesta no pensarlo como el mejor de esa zona de la discografía, es acaso "Thursday afternoon" el punto más alto de la obra ambient de Eno o, al menos, de su subconjunto generativo -en oposición al ímpetu más expresionista de álbumes co mo "On land" o "The ship", su obra maestra tardía-. El sistema que lo genera es similar al de "Discreet music" y también al de "Music for airports", en tanto se trata de separar en distintos loops las capas sonoras de manera que el avance del tiempo opera en la línea de desincronizar o desfasear esos componentes de la textura, pero en la densidad de la atmósfera lograda parece operar una suerte de madurez o perfeccionamiento de la técnica. En cierto sentido, es decir, en "Music for airports" -y podría ser que justamente se deba a esto su encanto- la propuesta es simple:

"Let's dance", David Bowie, 1983, EMI

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Una de las historias más contadas acerca de la reinvención más dramática de David Bowie (o, si se quiere ser más cauteloso, una de las dos o tres más dramáticas) es que después de grabar "Under Pressure" Freddie Mercury le comentó a Bowie cuánto dinero estaba haciendo Queen últimamente. Eso, al parecer, superaba, y con creces, a lo que había ganado Bowie con "Scary monsters", un disco que, sin abandonar algunas nociones digamos "art-rock" y ser, de hecho, un disco al que cabe asociar algún significado posible del término "vanguardia", había sido pensado como una salida pop al esquema más intelectual de la trilogía de álbumes grabados junto a Brian Eno. En esa línea, todo lo de "Let's dance" es una movida segura. El cambio de productor, desde el experimentalismo de Tony Visconti hasta la sabiduría disco/dance de Nile Rodgers, es un gesto elocuente en sí mismo: Bowie aspiraba a llenar estadios y en ese esquema no cabía más el sonido

"The dignity of labour", The Human League, 1979, Fast Records

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¿Krautrock, realismo socialista y protoelectrónica ucrónica tardosetentera? ¿Nostalgia por el futuro límpido de la Unión Soviética, la Unión Galáctica de todos los Soviets? ¿Una Federación a la Star Trek con la hoz y el martillo a la izquierda, en el pecho rojo del uniforme oficial? Demos marcha atrás. Si el krautrock podía pensárselo -al menos provisoriamente- en términos de proyectos apolíneos (Kraftwerk, Neu!) frente a proyectos dionisíacos (Amon Düül II, Popol Vuh), con una nutrida zona compleja o complicada (Can, Faust), el postpunk -especialmente si incluye la neue deutsche welle y la primera ola del synthpop- parece más lejos de cualquier compartimentación parecida. Acaso algunas de sus zonas, sin embargo, lo permitan, y un eje posible podría ser el concepto siempre esquivo de "pop": así, Cabaret Voltaire podría ser pensado como el lado antipop del rock industrial (con Einstürzende Neubauten como una propuesta por fuera de la dicotomia pop/antipop) y los primeros tr

"Hot rocks", The Rolling Stones, 1971, Decca

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Hay compilados que hacen historia. Para mi generación (me gusta aclarar que por "mi generación" me refiero ante todo a mi grupo de amigos a principios de los 90s, a lo sumo a la clase media barrial montevideana) fueron especialmente importantes, en un examen rápido, "Big ones" (1994), de Aerosmith, el doble "The best of The Doors" (1986) y "Jump Back" (1993), de The Rolling Stones. De alguna manera, esos tres -y otros tantos que no menciono ahora- sirvieron para definir un campo de posibilidades acerca de cierto rock clásico que era menester conocer (o, en el caso de Aerosmith, una suerte de reaparición de ese rock clásico en un contexto más reciente). En el caso de los Stones, lo curioso era que "Jump Back" (que lleva el subtítulo '71-'93) no incluía "Satisfaction". Y eso, por supuesto, era raro. Muchos, entonces, optamos -antes de explorar a fondo los álbumes- por "Hot rocks" como una buena muestra de la

"10.000 days", Tool, 2006, Tool Dissectional/Volcano Entertainment

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Han pasado ya más de 10 años -y no libres de rumores y canciones nuevas tocadas en vivo- desde el último álbum de estudio de Tool, y en cierto modo creo que ya hemos pasado el umbral en que las expectativas le jugaban en contra a lo que fuese que grabaran Jones, Chancellor, Carey y Keenan; más importante, los 10 años pasados permiten revalorar el hasta la fecha último álbum de la banda, que fuera en su momento tomado ligeramente por un momento menor, al menos comparado con "Lateralus" y "Aenima", dos obras maestras indudables. Quizá entonces podamos comenzar pensando que "10.000" days es un disco más arduo y dificil que los anteriores -no porque estos hayan sido bubblegum pop, por cierto-, en gran medida por su aparente falta de la homogeneidad tan notoria en "Aenima", cuyas piezas incluso más dispares parecían claramente incorporadas a un único mundo sonoro. En "10.000" days hay más bien zonas: está el metal alternativo cuasiprogres

"Are you experienced?", The Jimi Hendrix Experience, 1967, Track

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Como si no bastara con la renovación y potenciación del lenguaje del hard rock desde un acto filológico bluesero, como si no bastara con la indagación clave sobre las texturas de la guitarra eléctrica (y el uso de nuevas tecnologías, como el pedal octavia en "Purple haze", que si bien no estaba incluida en la edición UK del álbum por haberla preferido como single, sí aparecía en la edición USA editada tres meses más tarde), como si no bastara con representar al equivalente musical de una persona que, contando apenas con educación primaria, llegue solo o sola a la Relatividad General, como si no bastara que esa Relatividad General, en esta analogía, va todavía más allá de la de Einstein y reescribe no sólo la física (es decir, la manera de tocar la gu itarra), como si no bastara todo eso, "Are you experienced" además incluye "Third rock from the sun" y el title track. Es decir: si lo anterior coloca al álbum en el territorio de las irrupciones más dramát

"Nothing Is Easy: Live at the Isle of Wight 1970", Jethro Tull, 2004, Eagle

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El festival de Isle of Wight de 1970 (entre el 26 y el 31 de agosto) acaso sea recordado ante todo por la última gran actuación de Jimi Hendrix, pero el álbum que rescata el show de Jehtro Tull es sin duda de gran interés también. La banda queda retratada en el punto más alto de su primera etapa, aquella de un hard r ock extremadamente basado en el blues y con algunos toques de jazz y referencias a un concepto un poco más amplio de musicalidad: un sonido centrato ante todo en la guitarra de Martin Barre en el que la flauta aporta a la textura distintiva y la performance vocal de Ian Anderson se encamina hacia su máximo de expresividad y dramatismo. Después llegaría "Aqualung" y a partir de ahí la incursión en el prog, y todavía más tarde la maravillosa etapa "folk", que aportaría entre otras cosas el mejor álbum en vivo de la banda ("Bursting Out", de 1978) y sin duda la formación más fascinante de su historia, pero para agosto de 1970, con "Benefit

"Voodoo lounge", The Rolling Stones, 1994, Virgin

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Después del peor par de discos de su carrera, los Stones iniciaron una suerte de retorno con "Steel Wheels" (1989), un disco que además intentó expandir el territorio sonoro de la banda, no siempre con resultados valiosos y, de hecho, casi siempre con algún componente de fallo, por más que el álbum en sí no sólo termine por resultar interesan te sino que merece cierta revaloración. En cualquier caso, el perfil ligeramente fallido del álbum acaso motivó a los Stones a una movida más conservadora para el que sería su primer disco de la década de los 90s (esa misma década que vería el retorno a la forma de tantos proyectos musicales que tuvieron su auge en los 60s y 70s), y contrataron como productor a Don Was, célebre entonces por su encare de rock clásico. El resultado fue un disco que destila -y termina de fijar, por decirlo así-, el sonido típicamente stone: un disco sin duda conservador pero a la vez sumamente bien logrado, algo así como la reversa exacta de "Steel w

"Entertainment!", Gang of Four, 1977, EMI/Warner

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Había algo así como una veta neomoderna en el postpunk, con bandas como Cabaret Voltaire y Pere Ubu, que referían explícitamente desde sus nombres al dadaísmo y a Jarry y, desde lo que podríamos pensar como el brazo  clase media intelectual del punk, crearon una estética experimental y vanguardista, con una notoria -y moderna, por supuesto- creencia en el proceso, el progreso y el futuro del arte. El punk, muerto para el 77, era regresivo: el postpunk -como la filosofía moderna desde Descartes a Hegel- se planteó empezar desde cero -como el krautrock siete años atrás- y evitar toda referencia posible a Chuck Berry. Pero, por supuesto, si miramos de cerca la cosa es más compleja, y una banda típicamente postpunk como Gang of Four, incorporable a la veta más politizada de ese proceso de formateo (el nombre remite a aquellas cuatro figuras del partido comunista chino después tachadas de contrarrevolucionarias y de agentes de tantas calamidades acontecidas durante la Revolución Cultura

"The equatorial stars", Fripp & Eno, 2005, Opal

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Meissa: lambda de Orión, una estrella gigante (28 veces la masa del sol y 10 veces su radio), emisora débil de rayos X, con dos compañeras en la vecindad inmediata, una de ellas (Meissa C) una enana marrón, además de una nebulosa que la rodea, encendida por la radiación ultravioleta de la estrella. Lira: la constelación que incluye a Vega, una de las estrellas más brillantes del cielo nocturno, además de la Nebulosa del Anillo. Tarazed: gama del Águila, 6 veces más masiva que el sol y 2500 veces más brillante. Quema helio en carbono en su núcleo. Lobo: otra constelación, entre el escorpión y el centauro; alfa del lobo ("Yang mun") posee 10 veces la masa del sol y es una gigante azul. Ankaa: alfa del fénix, también conocida como Nair al Zaurak, es una gigante anaranjada y binaria espectróscopica: muy poco se sabe de su pequeña compañera. Altair: alfa del águila, una estrella especialmente cercana al sol (16 años luz) que gira tan rápido que aparece claramente deformada

"Public Image Ltd: Frist Issue", Public Image Ltd., 1978, Virgin

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Hace muchos años un compañero de trabajo y poeta me dijo, medio en serio y medio en broma, que estaba orgulloso de haber nacido en 1977, el año del punk. Mi respuesta fue simple: puestos a pensar así, yo estaba todavía más orgulloso de haber nacido en 1978, el año en que despegó el postpunk. No sólo porque este último "género" (en sentido muy amplio) me parece infinitamente más interesante que el otro sino, puestos a pensar ahora, con todo su componente de quiebre y reseteo, el postpunk puede ser incorporado a una tradición o línea de música progresiva, que si bien en algún momento -principios de los 70s- parecía arrinconado contra un lenguaje sinfónico al que tanta prensa musical quiso después presentar como excesivo y eventualmente agotado, sin duda reclama una lectura más amplia y a fondo, que incluya también al llamado krautrock y a los experimentos con el minimalismo que derivaron en las dos generaciones más diferenciadas de música ambient y, de paso, en la electrónica

"More songs about buildings and food", Talking Heads, 1978, Sire

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El primero tendrá su mística y el tercero podrá ser (a mi gusto al menos) el mejor, pero el segundo álbum de Talking Heads es sin lugar a dudas una obra maestra. Donde casi todas las bandas de los setentas (las anteriores al postpunk al menos, cronológica o estéticamente) buscaban el consabido sonido "lleno" y "cálido" de guitarra (esa cosa de las válvulas y yo qué sé qué más, épica bluesera de los crossroads, la honestidad, las raíces y bla bla bla) la de Byrne y compañía prefirió todo lo contrario: una guitarra tenue, delgadísima, latosa, que queda además empujada a un rol estrictamente rítmico. Pero eso no es todo, y acá es donde entra en escena Brian Eno: la banda coloca al frente todo lo que tenga que ver con el ritmo, con patrones desquiciados que se reiteran y con el bajo manteniendo todo en su lugar, y Eno aporta el ambiente: el sutil espacio de la reverberación y el juego de frecuencias entre los instrumentos. Seguramente "I'm not in love" m