"Tiny music... songs from the Vatican gift shop", Stone Temple Pilots, 1996, Atlantic

Curiosamente, fue cuando se esforzaron visiblemente por crear un disco pop que los Stone Temple Pilots encontraron la mejor expresión para su talento. Es decir: ellos ya habían sido algo así como la versión más popera y radiable del grunge, y en la voz de Weiland -capaz de sonar tanto como la de Layne Staley como la de Eddie Vedder, y, demostraría después, como una versión correcta de Axl Rose- había un más que notorio impulso imitativo o epigonal que, en el sentido de tomar lo que suena por ahí y volver a presentarlo con otro envoltorio, está también en la esencia del pop. El tercero de sus álbumes, entonces, intenta dejar un poco atrás esa impronta grungera -cuando el barco del grunge ya se había hundido y sus mejores representantes o bien no existían o bien tocaban otras cosas- y abrirse a nuevas texturas y géneros, y al hacerlo -será porque se toparon con The Beatles- tocaron el corazón del pop y grabaron su mejor disco.
Esto queda especialmente en evidencia en "Lady picture show", pero no hace falta ir a lo evidente: "Pop's love suicide" es una deliciosa muestra de hardrock/pop, y quienes se pregunten a continuación por la potencia y las credenciales rockeras de la banda deberán rendirse ante la maravilla riffera de "Big bang baby". En el medio queda "Tumble in the rought", que opera como una versión amigable de las dinámicas de salvajada casi noise contra momentos más melódicos y exaltados de Pearl Jam -y en ese sentido retoma un poco el ímpetu del grunge amigable con el usuario de los primeros discos de la banda- pero logra de todas formas mantener el interés.
Un lado más atmosférico y relajado queda expuesto en la buenísima "And so I know", que continua lo propuesto por la pieza instrumental que abre el disco, "Press play", y el disco cierra su ciclo de grandes canciones con "Trippin' on a hole in a paper heart".
Es seguramente el hecho de que las cinco canciones que siguen son de alguna manera inferiores a las precedentes lo que hace que "Tiny music... songs from the vatican gift shop" no sea una verdadera obra maestra, no a la altura de "Siamese dream", "In Utero" o "Vitalogy" es decir, pero de todas formas, lo que viene después del impresionante estribillo de "Trippin' on a hole..." tampoco debe ser descartado por deleznable: "Art school girl" tiene lo suyo, y "Adhesive" propone interesantes texturas de guitarra, mientras que "Ride the cliché", si bien llega tarde a proponer algo nuevo para el álbum, ofrece un riff efectivo. Poco aporta el instrumental "Daisy", salvo que se lo piense como una continuación de esa línea que va desde "Press play" hasta "And so I know", ambas superiores, y "Seven caged tigers" cierra el álbum de manera un poco debil. Quizá el gran problema de "Tiny music..." es que a juzgar por su primera sección queda claro que pudo haber sido un disco realmente memorable, pero por falta de mejores canciones con la que complementarlo se quedó en la marca de un buen disco, quizá entre lo más atendible de su año (salió el 6 de noviembre de 1996, el día en que cumplí 18 años) y de paso lo mejor de sus autores.

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